Las tres Inmaculadas más famosas de Murillo

Bartolomé Esteban Murillo fue un pintor barroco español del siglo XVII nacido en Sevilla. Formado en el naturalismo evolucionó hacia fórmulas propias del barroco pleno. Personalidad central de la escuela sevillana, con un elevado número de discípulos y seguidores que llevaron su influencia hasta mediados del siglo XVIII. Fue también el pintor más conocido y apreciado fuera de España. Condicionado por la clientela, el grueso de su producción está formado por obras de carácter religioso con destino a iglesias y conventos sevillanos, pero a diferencia de otros grandes maestros españoles de su tiempo, cultivó también la pintura de género de forma continuada e independiente a lo largo de buena parte de su carrera.


Dentro de sus obras destacan las Inmaculadas, estas responden al prototipo del barroco, de túnica blanca y manto azul. Son composiciones muy dinámicas en las que desempeñan un papel fundamental el vuelo de los ropajes y el acompañamiento de ángeles en continuo revoloteo. Las primeras Inmaculadas se distinguen por su monumentalidad como la Inmaculada Grande. En las posteriores, los ángeles se multiplican, las formas se ablandan y se esfuman. Y es en la inocente gracia juvenil del rostro de María y en el juego de los ángeles donde el pintor pone todo su empeño. Destacan tres Inmaculadas, en las que me voy a centrar: La Inmaculada de Soult, Inmaculada de El Escorial y "La Colosal".

1.- LA INMACULADA DE SOULT:
La conocida como Inmaculada Concepción de Soult debe su nombre a que fue robada por el mariscal Soult durante la Guerra de Independencia y se la quedó en propiedad. Llegó a Madrid en 1940 gracias a un concierto con el Estado francés. Fue encargada por Don Justino de Neve, canónigo de la catedral de Sevilla, para la iglesia del Hospital de los Venerables Sacerdotes de dicha ciudad, por lo que también se la conoce como la Inmaculada de los Venerables. María viste túnica blanca, símbolo de pureza, y manto azul, símbolo de eternidad, lleva sus manos al pecho y eleva la mirada al cielo. La belleza idealizada de su joven rostro es lo que más llama la atención del espectador. El estatismo de la figura de la Inmaculada contrasta con el movimiento de los querubines que le sirven de peana, en posiciones totalmente escorzadas. La composición se inscribe en un triángulo, cuyo vértice superior es la cabeza de la Virgen; incluso para intensificar ese efecto triangular ha ensanchado la figura de María en su zona baja. La luz dorada que ilumina la escena provoca un marcado efecto atmosférico que diluye los contornos, creando a su vez un fuerte claroscuro que provoca mayor dinamismo, haciendo de ésta la más barroca de sus Inmaculadas.



2.- INMACULADA DE EL ESCORIAL:
Cuando Pacheco dictó las normas iconográficas que habían de regir la pintura sevillana consideró que la Virgen debía pintarse en la flor de la vida, de doce o trece años, como una hermosísima niña. Murillo siguió las normas del suegro de Velázquez en esta escena, una de las más atractivas de su producción. El rostro adolescente destaca por su belleza y los grandes ojos que dirigen su mirada hacia arriba. La figura muestra una línea ondulante que se remarca con las manos juntas a la altura del pecho pero desplazadas hacia su izquierda. Los querubines que conforman su peana portan los atributos marianos: las azucenas como símbolo de pureza, las rosas de amor, la rama de oliva como símbolo de paz y la palma representando el martirio. Los ángeles aportan mayor dinamismo a la composición, creando una serie de diagonales paralelas con el manto de la Virgen. La sensación atmosférica que Murillo consigue y la rápida pincelada indican la ejecución entre 1660-65, pero debemos indicar que gracias al dibujo la figura no pierde monumentalidad, definiendo claramente los contornos. El colorido vaporoso está tomado de Herrera el Mozo, quien acercó los conocimientos de la pintura flamenca y la escuela veneciana a Murillo. Debe su nombre a haber estado registrada en la Casita del Príncipe de El Escorial en 1788, entre los cuadros del príncipe Carlos IV, desde donde pasó a Aranjuez y de allí al Prado en 1819. Durante mucho tiempo se la denominó Inmaculada de la Granja por considerar que procedía de aquel palacio. Hecha en óleo sobre lienzo, actualmente se encuentra en el Museo del Prado.



3.- "LA COLOSAL":
Pintada hacia 1650, procedente del sevillano Convento de San Francisco. El pintor establece un nuevo prototipo iconográfico  para esta representación, vistiendo a María con túnica blanca y manto azul,  en composiciones de gran dinamismo, caracterizadas por un resplandeciente fondo dorado y el acompañamiento de una gloria de ángeles revoloteando.
Recibe el nombre de “La Colosal” por sus grandes proporciones, ya que se realizó para ser colocada sobre el arco de la capilla mayor, a gran altura y distancia del espectador. Con las manos unidas la Virgen dirige la mirada hacia abajo acentuando la sensación de profundidad de quien la contempla. El buscado  efecto de movilidad espacial de carácter barroco se consigue a través de dos diagonales: la que forman la luna con la nube y los ángeles y la que forma el vuelo del manto.
Murillo pintó esta obra por encargo de los Franciscanos, grandes defensores de la devoción a la Inmaculada Concepción de María desde la Edad Media.
 Actualmente se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Hecho por Rafa García








Comentarios

  1. (9) Cuida la presentación
    La siguiente obra corresponde al arte neoclásico y Goya, pero tendrás que esperar a que lo veamos la semana que viene. La fecha límite de entrega será el lunes 20 de abril. Eros y Psiquis de A. Canova.

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